17.2.12

Amsterdam: Canales, bicicletas y encantos empedernidos.



Hay ciudades que parecen espejismos por su inverosímil belleza, por la ternura de su aparante "pequeñez", por simplemente parecer detenidas en la voracidad del tiempo. Eso y más es Amsterdam: Mezcla de maqueta imposible, suspiros medievales, callecitas solitarias y bicicletas que todo lo recorren. Casi como una burla a la sucia e impersonal posmodernidad, la ciudad insiste en mostrarse casi estoica, orgullosa de sus canales y sus casas plenas de espíritu y simpleza. Una pesadilla para quienes adoran el lujo consumista del American Way o Life; un paraíso para quienes amamos la belleza austera de las cosas antiguas que narran historias.
Amsterdam desborda de encanto en cada metro cuadrado, desde sus avenidas principales, la zona antigua de tiendas vintage en Haarlemmerstraat y de alimentos orgánicos Noordermarkt, hasta las vitrinas que exhiben bailarinas púrpuras y bares de exóticas humaredas conocidos como coffee shops.
Dueña de un diseño bohemio y retro, cada bar y tienda de la ciudad mantienen una línea donde la madera desgastada, el color y accesorios kistch, dialogan en la desfachatez de un discurso estético, regido por un buen gusto casi humorístico.
Mi paso por Amsterdam me llenó de tesoros inmateriales y eternos, como suelen ser los verdaderos tesoros que alimentan el alma.